La dirección de banda es un cuento chino

No hay mes de diciembre en el que regrese del célebre MidWest Clinic de Chicago en que no me haga la misma pregunta.

¿Se especializa uno en dirección de banda o es más bien una problemática de repertorio?

El MidWest Clinic, para los que nunca han tenido la posibilidad de visitarlo, puede ser resumido en pocas líneas.

Es la reunión de la industria musical de Estados Unidos, una gran misa sobre todo editorial , de la manufactura de instrumentos y sus derivados, además de todo el sector dedicado a la enseñanza y a la pedagogía musical, que se congrega durante 3 días y medio en un gran centro de congresos, el McCormick Place, ubicado al sur de la ciudad, para exhibir y promocionar las últimas novedades de todo lo relacionado con la profesión

Para los que trabajamos en este medio es una oportunidad única para intercambiar con colegas, conocer gente, refrescar ideas y consolidar otras. En lo personal, me produce siempre un efecto catarsis, porque veo reflejada mi propia actividad artística en ese espejo, que me dice dónde estoy parado y hacia dónde me dirijo.

Las casas de edición ocupan un lugar preferencial, mostrando a sus compositores y sus nuevas creaciones, las universidades y otros programas de estudio suelen estar presentes también. Los visitantes, que pueden alcanzar las 20.000 personas, son en su mayoría maestros y profesores de música, directores, compositores, estudiantes y aficionados. La fuerza viva de un sector inmenso en Estados Unidos, que es la banda de música, en todas sus formas.

La orquesta sinfónica está representada, aunque sólo desde el punto de vista pedagógico, y es claramente minoritaria.

El hecho de que Estados Unidos tenga un mercado tan inmenso, genera una dinámica interna impresionante por su actividad y producción. La fuerza de ese mercado es tal que necesariamente termina orientando estéticas, pedagogías y metodologías hacia una cierta uniformidad, seguramente en búsqueda de una cierta eficiencia, que es en definitiva uno de sus principios intrínsecos.  Insertarse en ese contexto implica en definitiva, comprender los códigos y jugar con esas reglas de juego. 

En cuanto a la dirección, que es el tema que nos ocupa y nos interesa, se produce un fenómeno similar.

La enseñanza de la disciplina se realiza con el objetivo concreto de que el alumno sea capaz de integrarse a un sistema bien establecido y en definitiva, que sea funcional a sus estereotipos estéticos instalados. Y aquí me refiero claramente a un repertorio determinado. 

Remontemos un poco la historia en el tiempo. 

Los grandes maestros europeos, desde los más emblemáticos de principio del siglo 20, como Mahler, Strauss o Hans von Bülow, hasta llegar a los Toscanini, Stokowski, Szell, Ormandy, Koussevitzky o Reiner, marcaron fuertemente los espíritus con sus improntas en la incipiente cultura musical del país.

Muchos de ellos incluso se dedicaron a enseñar su arte. Las grandes falanges sinfónicas, como Cleveland, Philadelphia, Boston o Nueva York, se construyeron artísticamente de la mano de estos maestros europeos. Sus presencias al frente de cada grupo podía durar años, forjando así una personalidad e identidad en cada una de ellas que hoy es legendaria. 

Sería ciertamente lógico entonces, deducir que una escuela de dirección con influencia europea debería haber sido la evolución natural. Y ciertamente lo fue, pero sólo en el terreno de la dirección orquestal.

Pasado el tiempo, curiosamente , la influencia de todos estos maestros no impactaría directamente en la enseñanza de los maestros abocados a la banda de música. Incluso la célebre clase de Elizabeth Green, quien se dedicara a trasmitir las enseñanzas de Nikolai Malko, maestro de orquesta ruso, quedarían acotadas a los límites de la formación de directores que se dedicarían a la banda en su mayoría. 

La pregunta es porqué.

Podríamos ensayar varias hipótesis a modo de respuesta.

¿Separar a la banda y a la orquesta como dos entidades distintas implicaría reconocer que por esta razón necesitan de una gestualidad particular que conlleva a una especialización?

¿La banda y su literatura forman parte de un género menor, que necesita legitimarse, por ello se habla de especialización de la técnica?

¿Las repertorios para instrumentos de viento, obligarían al maestro a adaptar su manera de dirigir con respecto a la manera que éste mismo utilizaría frente a un ensemble con cuerdas?

Estoy seguro de que mientras lees estos interrogantes espontáneamente vas contestando noes rotundos cada vez, pues en realidad no tienen demasiado sentido. Si para ti alguna de estas respuestas implica un sí, tendremos que discutirlo. 

Cualquiera sea la estética que se aborde, ésta no será generadora de una técnica especial, al contrario, será esta última la que utilizará los recursos necesarios para comunicar las dificultades impuestas por el lenguaje estético elegido. En otras palabras, se dirige un texto. De lo que concluimos que la técnica está al servicio de la interpretación y no al revés.

Es como si les preguntara si se es director de coro renacentista o de coro romántico. Se es director de coro. Luego, la estética elegida es relativa a otra problemática.

Y sin embargo…

La verdadera hipótesis que se me ocurre lanzar a la arena de la discusión está relacionada con el repertorio de banda actual, pues deduzco que ahí está la matriz de la confusion, y en esto, el país que marca tendencia es por supuesto Estados Unidos. 

Allí, la creación contemporánea para vientos se ha alejado en cierta manera de la evolución de tradición europea, sobre todo en lo que respecta a las grandes formas, a los grandes trazos melódicos, al fraseo clásico, que siguen siendo el patrimonio tradicional de la creación bien entendida, en el intersticio de la razón y la emoción.

Gran parte del repertorio de los últimos decenios, en este país, prioriza un estereotipo muy marcado, ligado a las exigencias de ese sistema que evocara mas arriba, basado casi exclusivamente en gestos construidos sobre la articulación y el ritmo, materia en las que las bandas norteamericanas se han transformado en expertas. Esto induce muy a menudo a directores muy funcionales, con gestos acerados y veloces, pero sin resistencia a la materia, mas bien verticales y con poca o nula profundidad de sonido. Dando prioridad a la brillantez y a la transparencia.

Forzosamente, la posición técnica de base del gesto se eleva, siendo contraproducente para una ejecución con arcos, por ejemplo.

Esto queda muy claramente ejemplificado cuándo se escuchan repertorios de tradición clásico-romántica por este tipo de grupos. 

Resulta mucho más difícil escucharlos en obras originales afirmadas en esa tradición, o incluso en las transcripciones, materia en la cual las bandas europeas son mucho más aguerridas, y son, en cierta medida, las guardianas de un « savoir-faire » basado en aquella cultura sinfónica que mencionáramos. 

Sin embargo, 11 de los maestros estadounidenses « especializados en banda » más importantes de los últimos años, parecen darnos razón en cuanto a estos postulados. 

En una encuesta donde se les preguntara por las mejores obras del repertorio según su criterio, daría como resultado la siguiente lista de compositores y obras. 10 sobre 11 de ellos responderían que éstas son las más significativas:

-Percy Grainger, Lincolnshire Posy

-Paul Hindemith, Symphony in Bb

-Gustav Holst, 1st Suite in Eb

-Karel Husa, Music for Prague, 1968

-Ingolf Dahl, Sinfonietta

-Darius Milhaud, Suite Française

-Ralph Vaughan Williams, English Folk Song Suite

-Arnold Schönberg, Theme and Variations Op. 43a

Leyendo esta lista, les saltará a la cara de que estamos hablando de un repertorio de origen europeo, compuesto por figuras relevantes de la música del siglo 20, donde ninguna de las obras mencionadas está basada exclusivamente en la articulación y en el ritmo. 

Dicho sea de paso, y esto a modo de provocación, muchas de estas obras fueron grabadas por grandes maestros sinfónicos, y sublimadas a tal punto, que algunas de ellas se enriquecieron con la interpretación. Cito a modo de ejemplo la Suite Française por Celibidache, en versión para orquesta, o Lincolnshire Posy dirigida por Simon Rattle, o una memorable version de Riccardo Muti de la Symphonie Funèbre et Triomphale de Berlioz en directo con la Orquesta Nacional de Francia.

Soy muy consciente que esto es motivo de polémica, pero, resumiendo, hablar de dirección de banda como especialidad es una falacia. Uno se especializa en un repertorio, en una tradición y en una estética. Las clases de dirección por lo tanto, deben seguir enseñando a dirigir. En lo que sí deben realizar un cambio rotundo es la segmentación del saber y del repertorio dictados por el canon clásico. Deben ensanchar las fronteras estéticas, ser más diversas e inclusivas en la elección del repertorio y no hacer distinción a la hora de dirigir un ensamble de cuerdas, de vientos, o de percusión o cualquiera de las formas que las combinaciones de estos grandes grupos propongan. Por suerte hay escuelas que ya proponen esto en Europa. 

Lo crucial es lograr que el alumno actual, pueda abordar su carrera artística desde un ángulo creativo, con autonomía de criterio y con responsabilidad. Y que se transforme en un maestro polivalente. 

Published by Miguel Etchegoncelay

conductor, teacher, composer

4 thoughts on “La dirección de banda es un cuento chino

  1. Estimado Etchegoncelay, Disculpa que te escriba en castellano, no tengo el suficiente nivel de inglés para expresarme con clarida en este idioma.
    Te diré que aunque no tengo el placer de conocerte, me ha encantado tu escrito “LA DIRECCIÓN DE BANDA ES UN CUENTO CHINO” Tienes toda la razón, es un cuento que ya nos vienen contando en España (que es donde me muevo profesionalmente como director) durante varios años.
    Se han creado escuelas de dirección de banda y si desechamos el repertorio y si quieres, la dificultad de tener varios instrumentos cortados en distinto tono, de ahí su dificultad de afinación.. Todo lo demás relacionado con la técnica de dirección y su gesto es igual a la dirección de orquesta que hemos estudiado en Europa en los últimos 40 o 50 años.
    Esto es lo que de forma umilde pienso sobre la dirección de banda.
    Sin más, y esperando poder conocerte, me despido con un cordial saludo.

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  2. Estimado Miguel:
    No tengo el placer de conocerte e intercambiar criterios contigo pero me encantaría ya que estoy totalmente de acuerdo con tus razonados planteamientos. Yo soy pianista y algo similar ocurre en mi instrumento. Toda mi vida he abordado el piano como instrumento, sin hacer distinciones nominales cuando toco un repertorio de solista o cuando trabajo con instrumentistas o vocalistas haciendo música de cámara u otros géneros musicales.
    Llamar a un pianista “acompañante” por el hecho de hacer música con otros músicos no me parece correcto por varias razones. Cada cual es importante en su papel, muchas veces el piano es el instrumento más importante en la obra por el tratamiento que le dio el compositor, y porque no acompaña nada, sino que colabora en un ensamble al igual que los demás desempeñando su rol según la concepción de la obra.
    Otra cosa es que hay pianistas que se dedican por decisión propia a un género determinado, otros por ciertas limitaciones al abordar algún tipo de repertorio, las razones pueden ser diversas pero todos somos pianistas. De hecho, el “piano acompañante” no es una especialidad dentro de las carreras que se estudian en los Conservatorios, si hay asignaturas que abordan la música vocal y de cámara pero lo que no existe es el estudio del piano y del “pianista acompañante”, se estudia el piano como instrumento y lo demás es cuestión de tocar un género u otro.
    Y volviendo al repertorio de las bandas de música, hay grandes obras escritas originalmente para bandas y versiones para banda de obras sinfónicas realizadas con verdadera maestría y dominio del color de los instrumentos de viento (incluyendo en muchos casos los violoncelos y contrabajos) y logrando un color muy inigualable como unidad de ensamble que es la banda sinfónica.
    Es cierto que por desconocimiento o conveniencia se ha discriminado la banda como agrupación musical sin tener en cuenta que no por ser orquesta sinfónica la agrupación tiene que ser mejor o superior que la banda sinfónica, existiendo orquestas sinfónicas muy malas y bandas sinfónicas muy buenas. En el repertorio también se han escrito obras para orquesta sinfónica muy malas y no podemos tener prejuicios ni ponernos una venda en los ojos, ya que los compositores también escriben obras buenas, otras no tan buenas y otras que verdaderamente son malas porque no cumplen ni responden a leyes y principios estético-musicales por eso es importante saber que hay que abordar estos temas con la relatividad que hay en su origen y con todo el rigor y respeto que debemos tener los músicos con respecto a nuestras decisiones técnicas, estéticas e interpretativas que son la base de nuestro compromiso con la música.

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    1. Hola Alberto, gracias por tus comentarios. En el conservatorio y academia superior de Estrasburgo disponemos de la especialidad “acompañamiento” incluso hasta el nivel master. De hecho esta clase es la que trabaja con nosotros en la cátedra de direccion. Un saludo cordial

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